Ella se había fijado en el. El solo tenia ojos para ella.
Habían coincidido durante unas semanas en la misma cafetería. Dos personas, hombre y mujer, sentados solos, cada uno en una mesa, aparentemente distraidos pero inevitablemente fijándose el uno en el otro. ¿Y que pueden hacer dos personas cuando en el silencio de su soledad se van enamorando?
Ella no se atrevía ha decirle nada y el no se atrevía a dar el primer paso.
Ella se moría de ganas de besarle y el no podía vivir sin ella.
Y así pasaban los días. Las semanas, y ninguno decía nada.
Una tarde de miércoles, ella le estaba mirando y el no la quitaba ojo.
Ella se levanto, armándose de valor, y el pensaba que ella iba al baño.
Ella le pregunto si tenia fuego, y el se alegro que se lo pidiera, ya que había visto como se guardaba el mechero en el bolsillo.
Se sentaron juntos por primera vez y hablaron. Y creedme si os digo que esa tarde en la cafetería no existía nadie mas que ellos.
En la calle podría haberse acabado el mundo y ni ella ni el se habrían dado cuenta.
Y la conversión derribo en besos, los besos en caricias y las caricias en la ansiada: ¿En tu casa o en la mía?
Y fueron a la casa de ella. Y los besos fueron apasionados. Y las caricias interminables.
Y la ropa se despego de sus cuerpos, y se acariciaron todo el cuerpo.
Y se tumbaron en la cama.
El la paso la lengua por todo el cuerpo mientras ella gemía de placer. El mordisqueaba sus pezones, ella le acariciaba el pelo. Seguía bajando su lengua por el ombligo y se detuvo en su entrepierna y entonces ella notaba que nada de lo que pasara a su alrededor la importara. Se centro en el, en el placer que la estaba dando.
Ella empezó a besarle y bajaba poco a poco su boca hacia otro sitio, y entonces el sentía lo que la había hecho sentir a ella antes.
Sus cuerpos se fundieron en un baile maravilloso, mientras sus cuerpos se iban llenando de pequeñas gotas de sudor.
Y así siguieron durante horas. Se abrazaron y se besaron. Se amaron y se separaron.
Se volvieron a amar muchas veces y todas fueron tan mágicas como la primera.
Tuvieron hijos, y sus hijos también los tuvieron.
Un amor tan puro como el suyo nunca se acabara y aunque ya se hayan marchado de este mundo, seguirán amándose por siempre.